Época: Barroco1
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1700


(C) Antonio Martínez Ripoll



Comentario

En torno al 1630, el panorama artístico de Roma era tan complejo que, en su riqueza de vías expresivas y propuestas formales, engendró la casi totalidad de tendencias y asuntos que se desarrollarían a lo largo del Seicento, y aun después. Triunfaba por entonces una nueva civilización figurativa, el Barroco, que había iniciado su florecer con las experiencias surgidas y operadas, con diversa fortuna, durante la década final del siglo XVI y las tres primeras del XVII. Por esos años, este proceso alcanzaba en Roma su plenitud, afirmándose como lenguaje y asumiendo tal fuerza que el arte romano se convertiría en el punto de partida y en el perno de referencia para Italia, Europa, América e, incluso, Extremo Oriente, gracias a una serie de resultados que van desde la gran intervención urbana a la más puntual realización arquitectónica, pasando por las efímeras tramoyas festivas o las magnas decoraciones plásticas y pictóricas, palpándose en esa insólita variedad su orgánica coherencia.La historiografía actual ha tendido a identificar el fenómeno del arte barroco con la actividad que, principalmente, Bernini, Borromini y Pietro da Cortona desplegaron entre 1630-70, especificando como sus caracteres más propios las formas dinámicas y expresivas, los efectos teatrales e ilusionistas, el énfasis celebrante, el uso antidogmático de los órdenes, la concepción dinámica del espacio y la naturaleza, el empleo del lenguaje visual como medio de persuasión y comunicación de masas, la interacción de todas las artes. Con todo, es evidente que estos elementos caracterizadores de la civilización barroca no nacen entonces, ni esos artistas -con toda su genialidad- son los únicos que hacen uso de tales elementos, sino que ya habían sido propuestos por los descubrimientos y las experiencias habidas en el primer tercio del siglo, ni tampoco están necesariamente comprendidos en cada una de las manifestaciones de la producción artística del Seicento que, por el contrario, se presenta con una gran variedad de aspectos, a menudo opuestos e, incluso, contradictorios.